Por Carlos López
Carlos y Nehuen en la histórica despedida |
Mi querido Urbano.
Vos y sólo vos fuiste el culpable de esta enfermedad incurable que es ser
hincha de Morón.
Es que en mi
casa el gallo no estaba presente, como en una típica familia argentina solo
había lugar para los grandes, o como digo hoy, para los comerciales, los de
elite, ya que grande para mi solo es Morón.
Por eso te hablo
a vos querido Urbano, tus tribunas por las que pasaba cada mañana antes de
entrar a la escuela y miraba sorprendido son las que me invitaron primero a
soñar y luego a vivir. Es que a mi nadie, ninguna persona en este mundo me hizo
de Morón. Sólo vos.
Escapé de la
escuela aquella tarde de invierno para vivir por dentro aquellas fiestas que
soñaba e imaginaba cada mañana que te espiaba por la ventanilla. Ese
día las tribunas desbordaban, todo era rojo y blanco, salvo por que en aquellos
años el visitante podía ir y ellos -los que no voy a nombrar- también estaban
con su verde y negro. Esa tarde, querido Urbano, mi vida cambió para siempre,
ya no pude dejar de ir, de entrar, de recorrerte, de jugar en tu césped en
inferiores, de gritar, de sufrir, de llorar. Ya nada fue igual para mí. Ya nada
será igual cuando no estés.
Gracias a la
vida te despedí de la mejor manera que podía hacerlo. Con mi hijo Nehuen de
solo 10 meses pisando tu césped y gateando por tus pasillos. Es que vos fuiste
el culpable de mi enfermedad por Morón y él tenía que conocerte. Debía saber
quién era el verdadero responsable de la locura que su padre le legó.
Le pido a la
vida que lo que vos hiciste por mí, lo haga el nuevo estadio por muchos chicos
más cuando lo vean al pasar. Gracias por todo, Urbano. Fueron 25 años en una
casa que voy a perder. 25 años de calor,
frío, lluvias, de día de noche con o sin fútbol. De más tristezas que alegrías,
de amistades. 25 años o una vida. Una vida que podrá ser mejor, pero jamás
igual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Firmá tu comentario, con tu nombre, apellido y tu dirección de correo electrónico.