La sensibilidad de Agustín Andueza nos regala 3 minutos para volver a recorrer el estadio de Brown y La Roche. Imperdible.
Hasta siempre viejo Urbano
La sensibilidad de Agustín Andueza nos regala 3 minutos para volver a recorrer el estadio de Brown y La Roche. Imperdible.
Único culpable de mi locura
Por Carlos López
Carlos y Nehuen en la histórica despedida |
Mi querido Urbano.
Vos y sólo vos fuiste el culpable de esta enfermedad incurable que es ser
hincha de Morón.
Es que en mi
casa el gallo no estaba presente, como en una típica familia argentina solo
había lugar para los grandes, o como digo hoy, para los comerciales, los de
elite, ya que grande para mi solo es Morón.
Por eso te hablo
a vos querido Urbano, tus tribunas por las que pasaba cada mañana antes de
entrar a la escuela y miraba sorprendido son las que me invitaron primero a
soñar y luego a vivir. Es que a mi nadie, ninguna persona en este mundo me hizo
de Morón. Sólo vos.
Escapé de la
escuela aquella tarde de invierno para vivir por dentro aquellas fiestas que
soñaba e imaginaba cada mañana que te espiaba por la ventanilla. Ese
día las tribunas desbordaban, todo era rojo y blanco, salvo por que en aquellos
años el visitante podía ir y ellos -los que no voy a nombrar- también estaban
con su verde y negro. Esa tarde, querido Urbano, mi vida cambió para siempre,
ya no pude dejar de ir, de entrar, de recorrerte, de jugar en tu césped en
inferiores, de gritar, de sufrir, de llorar. Ya nada fue igual para mí. Ya nada
será igual cuando no estés.
Gracias a la
vida te despedí de la mejor manera que podía hacerlo. Con mi hijo Nehuen de
solo 10 meses pisando tu césped y gateando por tus pasillos. Es que vos fuiste
el culpable de mi enfermedad por Morón y él tenía que conocerte. Debía saber
quién era el verdadero responsable de la locura que su padre le legó.
Le pido a la
vida que lo que vos hiciste por mí, lo haga el nuevo estadio por muchos chicos
más cuando lo vean al pasar. Gracias por todo, Urbano. Fueron 25 años en una
casa que voy a perder. 25 años de calor,
frío, lluvias, de día de noche con o sin fútbol. De más tristezas que alegrías,
de amistades. 25 años o una vida. Una vida que podrá ser mejor, pero jamás
igual.
¡Somos Morón!
ALEGRIA, TRISTEZA, ESTE DOMINGO NO ES UNO MAS. ES EL QUE VA A
MARCAR A FUEGO EN TODOS NOSOTROS ALGO HISTORICO.
VA A SER DIFICIL PASAR POR BROWN Y LA ROCHE Y NO VERLO MAS.
DESDE LOS 4 AÑOS QUE PISE POR PRIMERA VEZ EL URBANO EN BRAZOS
DE MI VIEJO NO LO DEJE NUNCA. SIEMPRE FIEL AL CLUB, EN LAS VICTORIAS, LOS
EMPATES, LAS DERROTAS, EL ASCENSO, EL DESCENSO, SIEMPRE AHÍ.
COMO OLVIDARME DE CORRER POR EL SALON BLANCO, DE SALIR POR EL
TUNEL Y PISAR, PARA MI, LO QUE ES LA GLORIA MISMA , EL CESPED DE LA CANCHA MAS HERMOSA
DEL MUNDO.
COMO OLVIDARME DE ESTAR EN LAS CABINAS DE PRENSA, DE IRME A LA POPU CON ALGUN
COMPAÑERO DE COLEGIO O SOLO.
COMO OLVIDARME DE LLEGAR AL COLE EL LUNES Y DECIR “AYER GANO
EL GALLO, NO ME HABLEN DE BOCA O RIVER, ¡YO SOY DE MORON!”.
ACA CAYERON EQUIPOS GRANDES, COMO ESE MEDIODIA DONDE
ESTUDIANTES DE LA PLATA
VINO A MORON. OTROS CORRIERON CON LA MISMA SUERTE Y
HASTA DESCENDIERON ACA.
COMO OLVIDARME CUANDO NOS DABAN SANGUCHITOS DE MIGA O
SENTARME EN LA PLATEA
CON MIS TIOS Y MIS PRIMOS.
COMO OLVIDARME DE HACER LAS PREVIAS CON FACTURAS Y LECHE A 20 METROS DE LA CANCHA,
EN LA CASA DE MIS
TIOS SOBRE HUMBERTO PRIMO Y VER EL BARRIO TEÑIDO DE BLANCO Y ROJO PORQUE JUGABA
MORON.
COMO OLVIDARME DE SALIR DE MI CASA EN MORON SUR PARA EL
URBANO EN EL RAMBLER DE MI VIEJO, CON LA ANSIEDAD DE VER LA
RESERVA, DE PASAR MIL HORAS EN MI CASA, EN NUESTRA CASA.
MILES DE RECUERDOS, CHARLANDO CON MI VIEJO DE LAS TORRES DE
ILUMINACION, DE CUANDO SE COMENZO A CONSTRIUR EL GIGANTE DE CEMENTO, O QUE JUGO
EL COSMOS DE PELE ACA O LA SELECCION DE ALEMANIA.
“¡EL GALLO SUBE A PRIMERA, SEÑORES! ESAS CHARLAS TAMBIEN
QUEDAN EN LA MEMORIA, PERO SIEMPRE, VOS AHI, MI GIGANTE, MI CASA.
SI, MI CASA. PORQUE CONOZCO CADA RINCON DEL URBANO. PORQUE
TUVE LA SUERTE DE
HACER INFERIORES. PORQUE SIEMPRE DESPUES DEL COLEGIO ME IBA
UN RATO A VERTE, A SENTARME EN LA PLATEA O EN LA POPU LOCAL.
PORQUE NO TODO FUE FUTBOL ACA, PASARON RECITALES, ACTOS
POLITICOS, BAJARON PRESIDENTES...
¿QUIEN NO CONOCE EL URBANO? ESE ORGULLO DE DECIR, TENGO UN
ESTADIO HERMOSO, DIGNO DE UN CLUB QUE MERECE MUCHO MAS. POR ESO LA ESPERANZA DE SABER
QUE EL CAMBIO SEA POSITIVO, QUE EL NUEVO FRANCISCO URBANO SEA UN ESTADIO
MODELO...
DIFICIL SERA DESPUES QUE TERMINE EL PARTIDO NO
ABRAZARME CON EL ENFERMO NUMERO 1 DE MI FAMILIA EL QUE ME PASO LA MEJOR HERENCIA DE
TODAS, EL AMOR AL CLUB, AL BARRIO, AL URBANO: MI VIEJO. OTRO ENFERMO MAS POR EL
GALLO, OTRO QUE DECIA CUANDO PERDIA “NO VOY MAS”, PERO AL OTRO SABADO ESTABAMOS
AHÍ COMO SIEMPRE. ESE QUE CUANDO PASO EL TEMPORAL QUE TIRO ABAJO EL GIMNASIO LO
VI LLORAR DE BRONCA E INDIGNACION, PUTEANDO A DIOS Y MARIA SANTISIMA PORQUE
PENSABA QUE NO EL CLUB NO SE LEVANTABA MAS. LO MIRE Y LE DIJE “VIEJO, SOMOS
INMENSOS. QUEDATE TRANQUILO, ¡SOMOS MORON!”.
ORGULLOSO DE SERLO, DE SABER QUE TENEMOS UN PASADO
GLORIOSO, UN PRESENTE DIGNO Y ESPERANDO QUE EL FUTURO SEA MUCHISIMO MEJOR Y
SIGAMOS ESCRIBIENDO MAS PAGINAS IMBORRABLES PARA NUESTRO CLUB.
¡HASTA SIEMPRE QUERIDO URBANO! GRACIAS POR
TANTAS ALEGRIAS.
DUILIO OMAR MARENZI
El juez de línea y yo
Por Gabriel Ramos
Era una tarde de sábado, como
tantas. Terminé de almorzar y le pregunté a mi mama si podía ir a la cancha.
-Sí, andá, me dijo, -pero portate
bien y no te metas en ningún lío. Me daba la plata para el viaje, para la
entrada, pero faltaba algo más. ¡La plata para los maníes! Sin maníes no
era lo mismo una tarde de futbol.
Y ahí salía
para el Urbano, platita en el bolsillo, Patagones, 236, Morón. Estaba
contento esa tarde porque jugábamos de local.
Cuando nos tocaba de
visitante era otra historia. Yo era muy chico, recuerdo que tenía 10 u 11 años y
no me dejaban ir. Tampoco yo me animaba. Esas tardes sufría mucho, sólo tenía la vieja radio Tonomac
escuchando Radio Rivadavia, estaba Jorge Bullrich transmitiendo los sábados. Todavía
recuerdo el famoso grito “zumba zumba, la criolla”.
Pero los domingos por la
mañana era una fija, era el primero que me levantaba para ir a comprar las
facturas y el diario Crónica. Creo que era lo mejor que había en información
sobre el futbol de ascenso y ahí estaba de regreso a casa buscando el
comentario del periodista de lo que había sido el partido.
Esa tarde jugábamos con
Argentino de Rosario. Como sabía que no venía nadie de ellos, fui al sector
visitante. Ingresé por Humberto Primo y Brown y me senté en los pilares de
cemento que estaban para la construcción de una tribuna que no fue.
Recuerdo que
estaba tan solo en ese lugar que parecía que jugaban solamente para mí. ¡Hasta
soñé que era el director técnico de ellos!
Salieron los
jugadores a la cancha, el juez de línea se acercó a ocupar su lugar y ahí nomás
le grité -¡Hola Juez!, ¿como estás?.
–Bien, y vos. Me contestó.
-Ganamos
hoy. Le dije.
-Si hacen las cosa bien,
puede ser. ¿Cómo te llamás?. Me preguntó
-Gabriel. ¡Que tengas un buen
partido!
Y asi fue todo el partido
hasta el final.
Ese día
ganamos, y cuando terminó el partido, se dio vuelta el Juez de línea, pasó la mano entre el alambrado y me
dijo “chau amigo, nos vemos en la próxima”.
Y ahí me fui
de regreso al barrio contento, pero con dos sensaciones. Una que habíamos ganado y la otra, que
tenia un amigo mas…
Ayer, al
escuchar el tango Como dos Extraños, una frase que me pegó
“Perdón, sin me lagrimear. Los recuerdos me han hecho mal”.
Imaginaba ser el Peludo
"...era el patio de juegos de los chicos del barrio". |
Hola, amigos de La 94 Sport , Soy uno de tantos hinchas que vivió
momentos inolvidables en ese lugar único que es la cancha de Morón.
Nací y viví hasta el año 67 en la calle Sucre , ahí nomás
de la cancha, la que era el patio de juegos de los chicos del barrio. Para mí,
una de mis otras casas. La otra estaba en Vialidad, en la casa de la familia Olivera.
Allí fue donde empecé a sentir este amor por el club. Ir a la
cancha, jugar a todo lo que se pudiera, desde ir a buscar monedas abajo de las
tribunas de madera o jugar en las hamacas o el tobogán que estaban donde ahora
está la tribuna local.
Correr atrás de un pelota, imaginando ser el Peludo. Hacer
goles olimpícos como Ochoa. Atajar como Bargas. Defender como el polaco
Semenewicz, que el día que debutó lo anunciaron como lo que terminó siendo, una
leyenda del club.
Ojos de niño, que se asombraban con esos líos que se armaban
con Chicago o con All Boys, que en el 65 quemaron una bandera y se repudrió
todo. O cuando ascendió Quilmes ese mismo año y vinieron con un globo con forma
botella. Cuando vino Colón con un montón de jugadores negros, de esos que veía
en el Billiken cuando hacía la tarea de la escuela, pero estos eran de verdad y
los más grandes decían que eran unos jugadorazos.
No tengo tantos años. Sólo tengo memoria lejana, porque ese
tiempo fue como un sueño para mí. Hasta el día con Unión, que el sueño se hizo
realidad y se ascendió. Después empezaron a escasear las alegrías. El niño
creció y el club siguió siendo parte de su vida,
El domingo iré a la cancha después de muchos años,
Lloré y no entendi nada esa mañana en Varela. Fue tan triste
como la tarde del 77 en Caseros. La última vez que fui a la cancha fue la tarde
de Español, Me dio más bronca cómo algunos tontos rompían el club que el
resultado mismo.
Tuve la suerte de ver varias vueltas olímpicas. En el 68 acá,
en el 70 en la Isla Maciel ,
en el 80 en el parque San Martín, y en el 90 otra vez en casa.
Dios quiera que vuelva la suerte con la nueva cancha y que el Urbano descanse en paz, junto con todas las alegrías que vivimos ahí, en ese lugar único que es la cancha de Morón. Nuestro teatro de los sueños. Nos vemos todo el tiempo, querido Urbano.
Mario Cofone
El álbum de fotos del Estadio Francisco Urbano
Este clip contiene el afecto de todos los hinchas del Deportivo Morón que quieren despedir a su casa de Brown y La Roche.
Muchas gracias a aquellos que aportaron sus buenas ondas y compartieron un mismo sentimiento.
(Si hacés clic abajo y a la derecha del monitor, lo podrás ver en pantalla completa)
(Si hacés clic abajo y a la derecha del monitor, lo podrás ver en pantalla completa)
Colorado el 7
Por Lucas Regulez
Tengo muchos partidos en el Urbano. Desde chico voy a la cancha. Nunca falto,
siempre presente en la tribuna
Machado Ramos.
Si les pudiera contar mi primer día en la cancha les mentiría.
Según mi vieja y mi viejo, fue contra San Miguel en 1997. Por lo que dicen, un
día de lluvia del que nos tuvimos que retirar antes, porque yo tenía 3 meses de
vida.
Pero
hoy vengo a contar un recuerdo. Aquella noche por el octogonal contra
Estudiantes de Caseros en Casa. Con la ilusión intacta, como cada 15 días, me
dirigía a la cancha. Toda
la rutina. Entrar, subir los escalones, colocarme en mi lugar, saludar a mi
padrino y a mi primo, como en cada partido.
Ese día comenzamos perdiendo, y la gente se empezaba a
impacientar. Delante de mí había un señor que no paró de insultar en todo
el partido. Yo no soy hacerlo, e intentaba taparlo cantando… pero él gritaba
aun más fuerte.
El partido seguía. Presionábamos, pero no lastimábamos. Sucedió
que atrás tenía a un chico, no más de 25 años. Para ese entonces en
nuestro equipo jugaba el colorado Vacaría y atrás tenía a un chico que se le
parecía muchísimo. Además de ser colorado, contaban con muchos rasgos en común.
El señor de adelante seguía y no paraba con los insultos
hacia todos los jugadores, pero en especial hacia Vacaría. Con mi primo nos reímos
por los comentarios que hacía: "para qué compramos a este colorado”, “es
horrible", " todos los colorados son iguales”, “hay que matar a todos
los colorados", y a cada rato estaba el grito de "¡colorado la C... de
tu madre!”.
El pibe de atrás se reía, mientras la esperanza se me iba de
a poco al ver que corrían los minutos. Ya llegaba la frase de mi viejo: "otro
año más", pero bueno, los partidos no se terminan hasta que el juez lo
acabe.
Me acuerdo que no faltaba nada y me quería matar. Pero… viene
un pelotazo del fondo, creo que de Báez, hay un cabezazo, ahí se me escapa un
"vamos Vacaría" y Pablo la mata de pecho para el Marce Vega y ahí
viene el gol que mas grité en mi vida.
Lo primero que hice con mi primo fue tirarme arriba del
colorado abrazándolo, como si éste hubiera hecho el gol, o como si mlo hubiese
convertido su hermano, o su colega.
Con mi primo comenzamos hacer comentarios, "que grande
los colorados" y cosas así. El señor que estaba adelante, bajó cinco
escalones en total silencio y miraba para atrás y antes de irnos se acercó y le
dio la mano al colorado.
Nunca más ví al colorado. Y por suerte, tampoco al
señor de adelante.
¡No se amontonen, que hay lugar!
Comparten la pasión por el Gallo, arriba Leonela Ferreyra y familia, a su derecha Sasha. Abajo, Nahuel y su papá Pocho en 2006; Y el banco de lujo de Eliana Tejada y sus 5 para el recambio.
Epitafio del Francisco Urbano
Dentro de las
figuras retóricas, se encuentra una denominada "Prosopopeya", que es
cuando se trata de atribuir cualidades no correspondidas con su género vital,
la más habitual es la "personificación": atribuir a las cosas o
animales cualidades humanas.
Bueno, esto
sucede cotidianamente casi sin darnos cuenta, insultamos o bendecimos al
teléfono celular, a la PC, a la
baldosa floja, al automóvil, al café, al vino, al asado, etc, etc, etc.
Lo mismo ocurre
con los hinchas de fútbol (motivo de esta reflexión), en especial y en esta
ocasión con los hinchas del Gallo con el Estadio Francisco Urbano.
Gracias al auge
de las redes sociales, sobran los lugares comunes y las expresiones redundantes
para despedir a alguien definitivamente desahuciado por su ubicación
inmobiliaria estratégica.
Porque la
"modernidad" muchas veces parece tener ese significado, derribar,
dejar de lado, prescindir y/o desdeñar lo viejo para darle lugar a "lo
nuevo", "lo pensado" para que sea funcional, óptimo, conveniente
y apropiado para la metrópolis venidera, para la posteridad virtual.
La modernidad le
hizo saber al Francisco Urbano acerca de la incoherencia de permanecer en su
actual domicilio, (como si reemplazarlo por edificios y un hipermercado fuese
coherente), y que lo más conveniente es mudarse, sin agregar lo implícito: el
Urbano debe correrse del sueño del urbanismo, del sueño imperioso y arbitrario
de algún o algunos arquitectos que pretenden "urbanizar sin el
Urbano".
La modernidad le
señala al Francisco Urbano una maqueta construida no muy lejos de su actual
emplazamiento, y le impone fecha de traslado como si el traslado fuese solo una
cuestión física sin contar el éxodo de sentimientos, de figuras retóricas un
poco mecánicas pero válidas y aquí es donde inicio mi propia prosopopeya:
¿No te das
cuenta Francisco Urbano de la cantidad de gente que hiciste y vas a hacer
llorar? Porque esto no se soluciona con un afiche que diga HASTA SIEMPRE como
rito de purificación. ¡La gente se va empapar el alma y la camiseta llorando! Y
vos como si nada arrodillado sin asumir el desamparo existencial del hincha.
Por eso yo te
acuso, Francisco Urbano, de no resistir siquiera en condición de víctima tu
propia demolición. Porque vas a morir Francisco Urbano, por demolición. Acuñada
previamente por la escuadra perfecta de la arquitectura. ¿Y a los hinchas que
les queda por debajo del dolor y de la culpa?
Por eso yo te
acuso, Francisco Urbano, de abandonar por asfixia produciendo un vacío en el
corazón del hincha, produciendo una úlcera en la memoria, una invitación a
sentimientos encontrados que recordándote siempre serán derrumbados, por
la maqueta de la modernidad.
Esto es todo y
es poco, pero así es mi despedida. Aunque suene altisonante así son algunos
epitafios, confusos y equívocos.
¿Quién nos podrá quitar todo lo vivido?
Mi nombre es Leandro Chazarreta y tengo 16 años.
Sí soy
un pibe, pero desde bebé que me llevan a la cancha. Hace
aproximadamente 14 años. Y viví muchísimas cosas ahí, Ya sea partidos ganados,
empatados, perdidos, goleadas a favor o en contra. Pasé por alegrías,
tristezas, broncas, pero siempre siendo fiel al club del que soy hincha.
La verdad que lo único que me faltó en esa cancha es gritar
campeón, algo que siempre soñé pero nunca me toco vivir. Yo sé que hay una gran
mayoría de hinchas que lo pudieron hacer, y me da mucha alegría. Me emociono
viendo el vídeo del 90, de ese 2
a 0 contra Defensores.
Soy una persona a la cual le
cuesta acostumbrarse a los cambios, aunque sé que la nueva cancha es para
mejor, y estoy orgulloso de ver cómo esta creciendo el club, pero
es difícil despedirse del actual estadio.
Pero, ¿quién nos podrá quitar todo lo vivido en el Urbano?
Este estadio seguirá estando, ya sea en fotos, imágenes, videos y en los
corazones de cada uno de los hinchas.
Cuántas anécdotas hay en esa cancha. Hay miles, pero miles
de cada uno de los hinchas, simpatizantes, o de alguna persona que fue alguna
vez al estadio.
Para mí, haber estado en el Francisco Urbano fue de lo mejor
que me pasó en esta vida.
Te vamos a extrañar y a necesitar, pero nunca te vamos a
olvidar.
Gracias por tanto, FRANCISCO URBANO.
Con la nueva generación
Martín Elizalde invitó a su hija Jazmín a conocer el Francisco Urbano y nos cuenta: "Mi viejo me llevó por primera vez en un partido contra Deportivo Maipú de Mendoza, ganamos creo que 3 a 1.
Me acuerdo de salir corriendo del secundario en Haedo para ir un día de semana a ver a Morón (salir antes, sin que nos vean) ¡Qué lindo es ser de Moron!"
Este carnet hace agua
Por Javier Carabajal
Tantos años
han pasado desde el día que entré por primera vez a la vieja sede de Colón y
Mitre, a principios de los 80.
La
intención era hacerme socio para poder disfrutar de la pileta, cuando alguien
me dijo que con mi carnet también podía ver los partidos del Deportivo Morón
que quedaba a un par de cuadras. El asunto era que no tenía con quién ir, ya
que no tenia a nadie que me acompañara. Con apenas 12 años, siempre que podía
me escapaba de casa hasta el estadio.
Eran y aún
siguen siendo unas 25 cuadras.
Cuando
llegaba, empezaba a buscar entre la gente a algún abuelo piola para que me
tomara de la mano y poder pasar por su nieto para poder ingresar y disfrutar
del espectáculo.
Pasaron los
años, muchas idas y vueltas y es el día de hoy que sigo recorriendo esas 25
cuadras ahora en compañía de mi hijo. Este Domingo 26 de Mayo de 2013 será el
último que lo hagamos hacia el Francisco Urbano, ya que en el próximo torneo
tendremos que pensar en un nuevo recorrido hacia un nuevo estadio.
No recuerdo
cuál fue el primer partido que vi. Pero sí voy a recordar por siempre el último.
Y nunca me voy a olvidar que no aprendí a nadar, porque a la pileta nunca entré.
De la cuna al cajón
Es una alegría enorme saber que tendremos un estadio nuevo. Un
orgullo para todo hincha fanático como yo. Pero eso será para más adelante,
cuando realmente lo disfrutemos semana a semana.
Por
estos días hay en mí una mezcla de nervios, tristeza, melancolía y no sé cuántas
cosas más.
Pensar
que pedí a mi familia que si algún día me pasaba algo, mis cenizas sean desparramadas
justamente allí. Sí allí donde desde chico nunca más pude parar con esta pasión.
Vienen
a mi mente los primeros años de la década del 70, cuando por
falta de dinero no podía dejar de ir a ver a mi querido gallo, Así que había
que tratar de colarse por el paredón que daba a las vías y caer en
los baños, arriesgándome a caer en la cabeza de algún policía que a veces
custodiaba ese lugar (cosa que paso alguna vez, pero era otra época, se pedía
permiso al policía y dejaba pasar).
Pensar
que cada vez que venía en el tren y se acercaba el Urbano, ya me acomodaba para
verlo.
Luego,
de grande, ya con auto, lo mismo. Cada vez que paso por el frente de nuestra
querida cancha, se siente algo especial y ni qué hablar si venimos acompañados
por alguien que no es del gallo, Siempre hay algún comentario de mi parte, para
que quede en claro que ese es para mí un lugar sagrado.
Momentos alegres, también tristes, pero por sobre todo
pudimos vivir momentos.
Y
ahora que sabemos que ya no estará, será imposible no derramar alguna lágrima. Y
ni qué hablar cuando ya no esté, Cuando pasemos con ese mismo tren o auto y el Urbano
ya no esté.
Así
que habrá que volver a conversar con la familia y pedir que, a partir de ahora,
habrá un nuevo lugar para que descansen mis cenizas.
Hasta
siempre Estadio Francisco Urbano. Nunca te olvidaremos.
Daniel Venturini
Si pudiera, volvería a ir con mi abuelo
Por Germán D'antonio
La fiesta arrancaba al mediodía. O a la mañana. Porque
cuando uno se levanta con ese cosquilleo en el estomago es porque el día que le
espera tiene algo especial.
La apurábamos a mi vieja para almorzar temprano porque a la
una y media a más tardar ya teníamos que estar saliendo para el Urbano.
Eran los tiempos donde todavía se jugaba los sábados y,
siempre, a las 4 de la
tarde. Pero íbamos más temprano, porque a las 2 jugaba la
reserva y mi abuelo no se la quería perder. Y yo tampoco.
Salíamos de casa, caminábamos las diez cuadras que nos
separaban del Urbano y llegábamos. Comprábamos las entradas en las viejas
boleterías que estaban sobre Brown, y adentro. A abrazarnos con el olor a chori
que nos recibía como todos los sábados.
Nos sentábamos en los primeros
escalones de la platea, cerca de la popular local. Y ahí nos pasábamos toda la tarde. Llegaban
los conocidos, se hablaba de fútbol, obvio, pero también de cosas que yo no
tenia ni idea a los 9 años. Veíamos la reserva, mientras la tribuna se iba
llenando, de gente, de banderas, de cantitos. Recién empezaban los 90 y el que
estaba de moda era: “ole ole ole ole, Sadam Hussein”
Y se hacían las 4, y arrancaba la primera, y los nervios,
los gritos, las broncas, las alegrías, las discusiones, las risas. Todo. Esa
tarde lo tenía todo. Cuando terminaba el partido pegábamos la vuelta, y yo me
iba con ese gustito amargo de saber que la fiesta se estaba terminando y que
había que esperar 15 días para volver a vivirla. Volvíamos siempre con un
conocido que se tomaba el 236 en el cementerio y nosotros seguíamos hasta casa.
Pero en realidad, la fiesta no terminaba. Quedaba algo más.
Llegábamos a casa, nos íbamos a la cocina y mientras mi abuelo se calentaba el
agua para el mate, y yo me hacía la leche, prendíamos la radio para escuchar
los resultados de los otros partidos. Y ahí nos quedábamos una hora más. Y
después sí, el final de fiesta. Hasta dentro de quince días.
Pasaron varios años hasta que
volví al Urbano después de que mi abuelo falleció. Y el reencuentro fue como si
nunca nos hubiéramos distanciado. Como cuando uno pasa mucho tiempo sin verse
con ese amigo del alma, pero cuando se reencuentran no hay reproches, ni
enojos, ni un “che, no llamaste mas”, No. Nada de eso. Me volvió a abrazar el
mismo olor a chori en la
entrada. Las boleterías sobre Brown ya no existían, los
conocidos de antes ya no iban más y ya no me sentaba en ese costadito cerca de la popu. Pero no
importaba. Había vuelto.
Nunca supe cuando fue la última vez que mi abuelo pisó el
Urbano. Pero sí sé cuándo va a ser la última vez que yo lo pise. Y por eso las
lagrimas, la emoción y la
tristeza. Creo que hay cosas que es mejor no saber.
Y si alguna vez me dieran la posibilidad de vivir un
día más con mi abuelo, yo elegiría volver a vivir la fiesta de los Sábados, ésa
que vivíamos entre los cuatro: Mi Abuelo, yo, Morón, y el viejo y querido
Francisco Urbano
Fantasmas del Urbano que permanecerán en Brown y La Roche
Por Mariano Sebastián Rey
Mariano junto a Luis, su papá. Ejemplo de familia hincha de Morón |
¡Qué loco, Morón! Cómo cambia todo a mi alrededor. Sólo basta con pasar
por una calle cualquiera y a los pocos días, florece un gigante de cemento
modificando el paisaje. Decenas de edificios modernos han invadido la ciudad y
ahora esa modernidad llegó al Urbano.
A pocos días de la despedida quisiera detener el tiempo y
congelar esas imágenes que marcaron mi adolescencia. Pisé el estadio por
primera vez a los 10 años o por ahí, de la mano de un vecino que me invitó. Jugábamos
contra San Telmo y perdimos 1 a
0 con un gol en contra que no recuerdo de quién fue. No lo pude ver ganar, pero
de nada importó, en cambio sirvió para marcar de por vida un cambio en mí.
El gallo me enamoró, a tal punto que hoy lo llevo en la piel. Mi viejo,
doblemente vitalicio, ya lleva 53 años de socio y guarda recortes, invitaciones
especiales donde exhibe su apellido. Todo ese legado hoy lo conservo como un
tesoro valioso, como su primer carnet.
Me siento feliz de estrenar casa, de vivir este momento, de
ser testigo, pero también no puedo evitar sentir tanta tristeza al perder este
lugar lleno de historia.
Estoy seguro de que todos los que llevamos al gallo en el
alma y lo seguimos donde sea, al pasar por esa esquina nos va a parecer
escuchar en el aire las canciones y el ruido de los bombos. Y recordar las
veces que estuvimos presentes con sol, lluvia o frío, y así recordar partidos
como contra Español, los faltazos al colegio como la vez de la promoción con
Defensa y Justicia un miércoles a la tarde, el 4 a 0 a Chicago, el 1 a 0 a Almirante con el gol de
Conocchiari o el partido contra Estudiantes, cuando Damián hizo ese golazo
histórico.
Del Urbano me llevo historias como estas, feliz por haberlas
vivido y otras que atesora mi viejo como el ascenso a primera, el día que
Aventín entró a colear su auto en el 90, y cada fiesta aniversario celebrada en
el club.
Su historia pasa a ser mía y sus vivencias pasan a formar
parte de mi vida y las adopto como propias.
Hoy pasó el tiempo inevitablemente, los plazos llegaron,
aunque parecían tan lejanos y el Urbano se va. Renacerá en otro lugar con su
magia intacta, y yo a su lado, con mis viejos y mis hermanas caminando a la
par, juntando anécdotas, en las buenas y malas, que seguramente contaré a mis
hijos para que lleven con orgullo el amor que le tengo al club. Ese amor que un
día me cambió la vida.
Goles con pelota de goma
Gambino (padre), en el medio del equipo de La 94 Sport |
Por Luis Gambino
Había que vivir en San Telmo, Piedras y México, y ser hincha del Gallo.
Mucho más, enterarse que no era el único en la década del 60. En el
departamento enorme en el que vivía, había un patio en forma de óvalo, limitado
con una estructura de hierro. Sin cerramiento en su parte superior. O sea, la
pelota se caía y había que bajar dos pisos y dar la vuelta por México
para ir a buscarla, cosa que hacía mi vieja naturalmente.
En una de esas recuperaciones de pelota de goma, un día sale un hombre y
le pregunta a mi mamá, “perdón señora, yo escucho siempre a un chico gritar
desaforado GOOOOOLLLLL DE MOROOOOOOOOONNNNNN....mientras juega a la
pelota”. A lo que mi vieja responde “sí señor, es mi hijo”.
El tipo abrió los ojos como el dos de oro y dijo “yo le decía a mi
esposa, ¡no puede ser que haya otro hincha del gallo en el edificio!”
El hombre joven, por esos años era taxista y cada sábado veía a Morón en
cualquier cancha, cosa que yo sólo hacía cada 15 días cuando jugaba como local,
aunque todos los fines de semana iba a la casa de mis tíos que vivían a la
vuelta de la cancha. Pero ,
claro, hay más. En 1965, último año de permanencia en la Capital, en mi
colegio, en mi grado, 4º CH, de la Escuela Cangallo , éramos tres hinchas: Roberto
Battini, Gustavo Artigala y quien escribe. Como para no estar orgulloso cada
lunes, cuando contaba con lujo de detalles camino a la escuela y en el micro
que me llevaba lo vivido el sábado pasado en la cancha, y hasta el mismo
domingo, cuando con los pibes de la calle hoy llamada Valle, íbamos a ver a las
inferiores y hacíamos de hinchada unos siete u ocho en la tribuna, hoy platea,
sobre el sector de la cancha de baby.
Pasaron los años... veinte y, ya viviendo en la ciudad, con frecuencia
repetía las visitas de los domingos acompañado por mi hijo y con la presencia
del gran "Chombo Zuleta", leía la Crónica que le llevaba en el
primer escalón de la tribuna de Brown, quien me llevó de la mano a la
cancha en 1962.
Volviendo a mis sensaciones de niño, no había nada más hermoso que
ir a la tribuna de las vías y agarrar un pedacito de bandera, sin que los más
grandes me descubrieran hasta que me sacaran de ahí por ser muy chico... de 9 0
10 años... si no llegaba antes mi primo Lalo Cardinale a llevarme a otro lugar.
Como diría Leon Gieco en una de sus más hermosas canciones: “todo está guardado
en la memoria”.
Y de la mano de Pipo Ferreiro...
Martín y familia. Pasión en la cancha o por radio. |
... Lo que pasó es que en un momento en una pausa de la reunión levanté la voz y me dirigí a Víctor Hugo.
-Oiga…, Víctor Hugo, usted ¿no tendrá, por casualidad, aquí la grabación del partido, que relató en la cancha del Club Deportivo Morón entre el Gallo de mi alma y All Boys cuando Racing estaba en la B?
-Uhh ¿para qué?. Todo lo que había construido se derribó en un instante.
Me dijo: -No se pibe, qué se yo, buscalo en mi página web. Y se fue. ¿Qué les iba a explicar de mi pasión por el Gallito de mi alma? ¿Qué les iba a explicar? Que yo quería tener un registro del día que me hice hincha del Club Deportivo Morón y del día que conocí personalmente a Víctor Hugo.
Ese día es inolvidable yo estaba terminando la primaria y mi tío me llevó a la cancha. Caminamos desde el cementerio de Morón por La Roche hasta el estadio. La cantidad de gente era tremenda. Yo era un piojo en la popular que tenía que saltar y esquivar una bandera, roja y blanca, larguísima para ver el partido de a ratos.
Al único que veía era al 10, parecía que tenía un imán con la pelota, todos se la daban a Colombatti. El DT era Pipo Ferreiro, sonaba fuerte en la popu el canto: “que de la mano de él íbamos a dar la vuelta”.
También la gente cantaba: "llora el gordito Muñoz, llora también Tatata, el Gallo es el campeón la vuelta va a dar". Ahh ¿será por eso que se fue caliente Víctor Hugo? No sé, no creo. El es un señor.
Pero, ¿Qué les iba a explicar? Que el Gallo en esa tarde se clasificaba para la liguilla y All Boys se salvaba del descenso y la gente de las dos tribunas estaba como loca y eran amigas las hinchadas en aquellos momentos. ¿Qué les iba a explicar? Que cuando terminó el partido empatado el estadio todo decía: “Floresta y Morón un solo corazón”.
Cantando la marcha peronista se lanzaron a la cancha para confundirse en un abrazo diciendo: “Perón, Perón que grande sos”. ¿Qué les iba a explicar? Que cuando se fueron todos, con mi tío terminamos en la platea esperando que bajara de las cabinas el relator. Que efectivamente bajó con la camisa desabrochada en dos botones y con un puro cubano en la mano izquierda y mi tío le pregunta: "¿y Víctor Hugo? ¿Quién va a ascender este año?" y él le responde con una sonrisa, no sé.
En ese momento supimos que no era para nosotros, que ese año no se nos iba a dar y que teníamos que esperar y seguir alentando.
Y bueno, me desperté de aquella pesadilla y ahora soñaré un sueño despierto. Un sueño en el que Víctor Hugo venga a nuestro estadio y relate un tatata gol Akerman, el ángel del gol y una atajada enorme de Migliardi y con ese gol y esa atajada ascendamos para nunca más volver a la B. Para toda esa caterba que nos llaman gallinas de la B.
Historia de una mudanza
Por Fidel Manisse, con la colaboración -y amistad- de Alberto Meyer
Qué difícil se hace en la vida despedir a un ser querido y
cuánto más difícil se hace cuando ese ser no tiene vida, sino que la vida se la
dimos nosotros con nuestras pasiones y nuestros sentimientos. Cuando ese ser
despertó todas nuestras emociones y nos hizo reir y llorar durante tanto
tiempo. Cómo te vamos a extrañar, querido estadio Francisco Urbano.
Recuerdo que una tarde, cuando sonó entre tantas llamadas mi
teléfono y oí la voz de mi viejo amigo Alberto Meyer, en ese entonces
presidente del Deportivo Morón, proponiéndome entusiasmado que lo acompañara en
una gesta un tanto utópica para ese momento que se estaba pergeñando. A través
de su intervención en el club y el ex intendente de Morón, Martín Sabbatella de
mudar el estadio del club a otro sitio en el que los socios estén todos de
acuerdo y les convenga, teniendo en cuenta un armado de gestión generosa para
la institución y con la transparencia que caracterizaba a los actores de la
misma.
No dudé mucho de acompañar a mi amigo en esa loca idea
siempre pensando qué lejos estábamos de ver plasmado ese pensamiento en la
realidad tangible que vivimos hoy. Parecía un cuento de hadas, un sueño del
pibe que nunca alcanzaríamos a ver. Pero el tesón, la lucha y la colaboración
de todos, especialmente del socio del Deportivo Morón que acudió presuroso a
cuanta asamblea lo convocamos, que fueron muchas e interminables, la prolijidad
de los profesionales a cargo en su, hasta ese momento, entusiasmo contagioso si
se quiere, mostrándonos el nuevo estadio, la conformación de una comisión
formada por unos socios muy referentes del club con un pasado de reconocido
fuste en sus antecedentes en la institución que fueron los que llevaron
adelante el contralor edilicio de la misma a través de esa comisión formada por
ellos a la postre llamada AD-HOC , que tuvieron una actuación realmente
asombrosa por su desinteresada pero muy responsable gestión, la actuación firme
e inquebrantable de los funcionarios actuantes del Municipio, todos envuelto en
esa gesta maravillosa que significaba el traslado del estadio, solo empañada en
parte por el escepticismos de algunos medios que siempre dudaron de este
majestuoso emprendimiento.
Una tras otra, las asambleas se fueron llevando a cabo hasta
que apareció el lugar que no dudamos estuvimos todos de acuerdo, “La ex Textil Castelar ”
parecía a medida para nuestras aspiraciones. Era la superficie justa para un
grande de verdad, como lo es nuestro querido club, y poco a poco todo fue
cerrando.
Fue pasando el tiempo y dejamos de ser gobierno en el club,
pero alcanzamos a colaborar con el armado legal de la ley que amparara el nuevo
cargo sobre los terrenos actuales. Ardua tarea nos tocó vivir, pero con la
seguridad y la convicción de que lo lograríamos y todos colaboraron para que se
llegara a este instante.
En el medio, no fuimos nosotros los que en ese momento teníamos
la firma del club a pesar de ser gobierno por tantos años.
La suerte quiso que estuviera el llamado a la firma del
fideicomiso actuante, la nueva comisión que dirigía el club en ese momento, con
las modificaciones imperantes propias de las necesidades contractuales y
posibilidades que no se podían dejar pasar.
Nuevos actores hicieron realidad este sueño. Una empresa de
gente de Morón vino a contribuir con el ansiado proyecto y con un poco más de
plazo para la realización de las obras, las mismas se empezaron a llevarse a
cabo.
Hoy acompaño la gestión de esta Comisión Directiva desde mi
humilde lugar de asesor legal de la misma. Mi viejo amigo es el vicepresidente, y
fiel a sus férreas y acostumbradas convicciones de lograr lo que se propone, se
me ocurrió tomar un café con él y que me comentara qué recuerdo le traía el
viejo Francisco Urbano.
Obviamente, se emocionó muchísimo ante ese requerimiento. Había
dejado en estas paredes muchos años de su vida dirigiendo los destinos del club.
Sobre todo, pasó revista a sus primeros pasos dirigenciales, se acordó mucho e
hizo hincapié en la forma de juntar la plata para pagar las primeras deudas. Sacó
provecho de su garganta en los famosos remates para lograrla.
Uno a uno fueron pasando los recuerdos por su cabeza. El que
más lo marcó fue la tarde de Varela. “Cuán cerquita estuvimos de lograrlo”, me
dijo, pero se puso mal cuando se acordó que había gente que decía que no queríamos
ascender y muy mal se sintió cuando evocó el partido contra Español. Qué lejos
y tan cerca que estuvimos de la gloria que siempre luchamos, pero bueno, en ese
partido terminamos con este viejo Urbano lastimado por algunos que hoy lo
lloran por su recuerdo.
El me dijo, “yo siempre lo amé, nunca le hice daño. Sólo tengo para
decirle en estos momentos que se avecina el final: Perdoname viejo Francisco
Urbano por haber contribuido a que quedes en el recuerdo. Perdoname porque yo
que tanto te amé también fui responsable de que hoy pases a la memoria de todos,
pero te vas con el recuerdo imborrable de haber cobijado en tus entrañas la
pasión imborrable de todo un pueblo que te amó hasta lo indecible y que una
loca idea tumbó tus paredes. Pero jamás borrará tu memoria”. Chau Urbano…. Y su
confesión me hizo ser partícipe de su mismo pensamiento. No dudé en agarrar su
mano y ver entre los dos como con voluntad con fuerza, con tesón pero con mucho
coraje se puede. ¡Y vaya que se puede! Me adhiero a ese saludo con mucho cariño.
Chau Urbano. Hasta cada momento, porque estarás siempre en nuestros corazones.
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