Dentro de las
figuras retóricas, se encuentra una denominada "Prosopopeya", que es
cuando se trata de atribuir cualidades no correspondidas con su género vital,
la más habitual es la "personificación": atribuir a las cosas o
animales cualidades humanas.
Bueno, esto
sucede cotidianamente casi sin darnos cuenta, insultamos o bendecimos al
teléfono celular, a la PC, a la
baldosa floja, al automóvil, al café, al vino, al asado, etc, etc, etc.
Lo mismo ocurre
con los hinchas de fútbol (motivo de esta reflexión), en especial y en esta
ocasión con los hinchas del Gallo con el Estadio Francisco Urbano.
Gracias al auge
de las redes sociales, sobran los lugares comunes y las expresiones redundantes
para despedir a alguien definitivamente desahuciado por su ubicación
inmobiliaria estratégica.
Porque la
"modernidad" muchas veces parece tener ese significado, derribar,
dejar de lado, prescindir y/o desdeñar lo viejo para darle lugar a "lo
nuevo", "lo pensado" para que sea funcional, óptimo, conveniente
y apropiado para la metrópolis venidera, para la posteridad virtual.
La modernidad le
hizo saber al Francisco Urbano acerca de la incoherencia de permanecer en su
actual domicilio, (como si reemplazarlo por edificios y un hipermercado fuese
coherente), y que lo más conveniente es mudarse, sin agregar lo implícito: el
Urbano debe correrse del sueño del urbanismo, del sueño imperioso y arbitrario
de algún o algunos arquitectos que pretenden "urbanizar sin el
Urbano".
La modernidad le
señala al Francisco Urbano una maqueta construida no muy lejos de su actual
emplazamiento, y le impone fecha de traslado como si el traslado fuese solo una
cuestión física sin contar el éxodo de sentimientos, de figuras retóricas un
poco mecánicas pero válidas y aquí es donde inicio mi propia prosopopeya:
¿No te das
cuenta Francisco Urbano de la cantidad de gente que hiciste y vas a hacer
llorar? Porque esto no se soluciona con un afiche que diga HASTA SIEMPRE como
rito de purificación. ¡La gente se va empapar el alma y la camiseta llorando! Y
vos como si nada arrodillado sin asumir el desamparo existencial del hincha.
Por eso yo te
acuso, Francisco Urbano, de no resistir siquiera en condición de víctima tu
propia demolición. Porque vas a morir Francisco Urbano, por demolición. Acuñada
previamente por la escuadra perfecta de la arquitectura. ¿Y a los hinchas que
les queda por debajo del dolor y de la culpa?
Por eso yo te
acuso, Francisco Urbano, de abandonar por asfixia produciendo un vacío en el
corazón del hincha, produciendo una úlcera en la memoria, una invitación a
sentimientos encontrados que recordándote siempre serán derrumbados, por
la maqueta de la modernidad.
Esto es todo y
es poco, pero así es mi despedida. Aunque suene altisonante así son algunos
epitafios, confusos y equívocos.
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