Epitafio del Francisco Urbano

El dolor de Matías, al dejar su casa.
Por Oliverio Le Coq (antes Atomo Eternauta)

Dentro de las figuras retóricas, se encuentra una denominada "Prosopopeya", que es cuando se trata de atribuir cualidades no correspondidas con su género vital, la más habitual es la "personificación": atribuir a las cosas o animales cualidades humanas.

Bueno, esto sucede cotidianamente casi sin darnos cuenta, insultamos o bendecimos al teléfono celular, a la PC, a la baldosa floja, al automóvil, al café, al vino, al asado, etc,  etc, etc.

Lo mismo ocurre con los hinchas de fútbol (motivo de esta reflexión), en especial y en esta ocasión con los hinchas del Gallo con el Estadio Francisco Urbano.

Gracias al auge de las redes sociales, sobran los lugares comunes y las expresiones redundantes para despedir a alguien definitivamente desahuciado por su ubicación inmobiliaria estratégica.

Porque la "modernidad" muchas veces parece tener ese significado, derribar, dejar de lado, prescindir y/o desdeñar lo viejo para darle lugar a "lo nuevo", "lo pensado" para que sea funcional, óptimo, conveniente y apropiado para la metrópolis venidera, para la posteridad virtual.

La modernidad le hizo saber al Francisco Urbano acerca de la incoherencia de permanecer en su actual domicilio, (como si reemplazarlo por edificios y un hipermercado fuese coherente), y que lo más conveniente es mudarse, sin agregar lo implícito: el Urbano debe correrse del sueño del urbanismo, del sueño imperioso y arbitrario de algún o algunos arquitectos que pretenden "urbanizar sin el Urbano".

La modernidad le señala al Francisco Urbano una maqueta construida no muy lejos de su actual emplazamiento, y le impone fecha de traslado como si el traslado fuese solo una cuestión física sin contar el éxodo de sentimientos, de figuras retóricas un poco mecánicas pero válidas y aquí es donde inicio mi propia prosopopeya:

¿No te das cuenta Francisco Urbano de la cantidad de gente que hiciste y vas a hacer llorar? Porque esto no se soluciona con un afiche que diga HASTA SIEMPRE como rito de purificación. ¡La gente se va empapar el alma y la camiseta llorando! Y vos como si nada arrodillado sin asumir el desamparo existencial del hincha.

Por eso yo te acuso, Francisco Urbano, de no resistir siquiera en condición de víctima tu propia demolición. Porque vas a morir Francisco Urbano, por demolición. Acuñada previamente por la escuadra perfecta de la arquitectura. ¿Y a los hinchas que les queda por debajo del dolor y de la culpa?  

Por eso yo te acuso, Francisco Urbano, de abandonar por asfixia produciendo un vacío en el corazón del hincha, produciendo una úlcera en la memoria, una invitación a  sentimientos encontrados que recordándote siempre serán derrumbados, por la maqueta de la modernidad.


Esto es todo y es poco, pero así es mi despedida. Aunque suene altisonante así son algunos epitafios, confusos y equívocos.

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