Por Gabriel Ramos
Era una tarde de sábado, como
tantas. Terminé de almorzar y le pregunté a mi mama si podía ir a la cancha.
-Sí, andá, me dijo, -pero portate
bien y no te metas en ningún lío. Me daba la plata para el viaje, para la
entrada, pero faltaba algo más. ¡La plata para los maníes! Sin maníes no
era lo mismo una tarde de futbol.
Y ahí salía
para el Urbano, platita en el bolsillo, Patagones, 236, Morón. Estaba
contento esa tarde porque jugábamos de local.
Cuando nos tocaba de
visitante era otra historia. Yo era muy chico, recuerdo que tenía 10 u 11 años y
no me dejaban ir. Tampoco yo me animaba. Esas tardes sufría mucho, sólo tenía la vieja radio Tonomac
escuchando Radio Rivadavia, estaba Jorge Bullrich transmitiendo los sábados. Todavía
recuerdo el famoso grito “zumba zumba, la criolla”.
Pero los domingos por la
mañana era una fija, era el primero que me levantaba para ir a comprar las
facturas y el diario Crónica. Creo que era lo mejor que había en información
sobre el futbol de ascenso y ahí estaba de regreso a casa buscando el
comentario del periodista de lo que había sido el partido.
Esa tarde jugábamos con
Argentino de Rosario. Como sabía que no venía nadie de ellos, fui al sector
visitante. Ingresé por Humberto Primo y Brown y me senté en los pilares de
cemento que estaban para la construcción de una tribuna que no fue.
Recuerdo que
estaba tan solo en ese lugar que parecía que jugaban solamente para mí. ¡Hasta
soñé que era el director técnico de ellos!
Salieron los
jugadores a la cancha, el juez de línea se acercó a ocupar su lugar y ahí nomás
le grité -¡Hola Juez!, ¿como estás?.
–Bien, y vos. Me contestó.
-Ganamos
hoy. Le dije.
-Si hacen las cosa bien,
puede ser. ¿Cómo te llamás?. Me preguntó
-Gabriel. ¡Que tengas un buen
partido!
Y asi fue todo el partido
hasta el final.
Ese día
ganamos, y cuando terminó el partido, se dio vuelta el Juez de línea, pasó la mano entre el alambrado y me
dijo “chau amigo, nos vemos en la próxima”.
Y ahí me fui
de regreso al barrio contento, pero con dos sensaciones. Una que habíamos ganado y la otra, que
tenia un amigo mas…
Ayer, al
escuchar el tango Como dos Extraños, una frase que me pegó
“Perdón, sin me lagrimear. Los recuerdos me han hecho mal”.
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