Por Fidel Manisse, con la colaboración -y amistad- de Alberto Meyer
Qué difícil se hace en la vida despedir a un ser querido y
cuánto más difícil se hace cuando ese ser no tiene vida, sino que la vida se la
dimos nosotros con nuestras pasiones y nuestros sentimientos. Cuando ese ser
despertó todas nuestras emociones y nos hizo reir y llorar durante tanto
tiempo. Cómo te vamos a extrañar, querido estadio Francisco Urbano.
Recuerdo que una tarde, cuando sonó entre tantas llamadas mi
teléfono y oí la voz de mi viejo amigo Alberto Meyer, en ese entonces
presidente del Deportivo Morón, proponiéndome entusiasmado que lo acompañara en
una gesta un tanto utópica para ese momento que se estaba pergeñando. A través
de su intervención en el club y el ex intendente de Morón, Martín Sabbatella de
mudar el estadio del club a otro sitio en el que los socios estén todos de
acuerdo y les convenga, teniendo en cuenta un armado de gestión generosa para
la institución y con la transparencia que caracterizaba a los actores de la
misma.
No dudé mucho de acompañar a mi amigo en esa loca idea
siempre pensando qué lejos estábamos de ver plasmado ese pensamiento en la
realidad tangible que vivimos hoy. Parecía un cuento de hadas, un sueño del
pibe que nunca alcanzaríamos a ver. Pero el tesón, la lucha y la colaboración
de todos, especialmente del socio del Deportivo Morón que acudió presuroso a
cuanta asamblea lo convocamos, que fueron muchas e interminables, la prolijidad
de los profesionales a cargo en su, hasta ese momento, entusiasmo contagioso si
se quiere, mostrándonos el nuevo estadio, la conformación de una comisión
formada por unos socios muy referentes del club con un pasado de reconocido
fuste en sus antecedentes en la institución que fueron los que llevaron
adelante el contralor edilicio de la misma a través de esa comisión formada por
ellos a la postre llamada AD-HOC , que tuvieron una actuación realmente
asombrosa por su desinteresada pero muy responsable gestión, la actuación firme
e inquebrantable de los funcionarios actuantes del Municipio, todos envuelto en
esa gesta maravillosa que significaba el traslado del estadio, solo empañada en
parte por el escepticismos de algunos medios que siempre dudaron de este
majestuoso emprendimiento.
Una tras otra, las asambleas se fueron llevando a cabo hasta
que apareció el lugar que no dudamos estuvimos todos de acuerdo, “La ex Textil Castelar ”
parecía a medida para nuestras aspiraciones. Era la superficie justa para un
grande de verdad, como lo es nuestro querido club, y poco a poco todo fue
cerrando.
Fue pasando el tiempo y dejamos de ser gobierno en el club,
pero alcanzamos a colaborar con el armado legal de la ley que amparara el nuevo
cargo sobre los terrenos actuales. Ardua tarea nos tocó vivir, pero con la
seguridad y la convicción de que lo lograríamos y todos colaboraron para que se
llegara a este instante.
En el medio, no fuimos nosotros los que en ese momento teníamos
la firma del club a pesar de ser gobierno por tantos años.
La suerte quiso que estuviera el llamado a la firma del
fideicomiso actuante, la nueva comisión que dirigía el club en ese momento, con
las modificaciones imperantes propias de las necesidades contractuales y
posibilidades que no se podían dejar pasar.
Nuevos actores hicieron realidad este sueño. Una empresa de
gente de Morón vino a contribuir con el ansiado proyecto y con un poco más de
plazo para la realización de las obras, las mismas se empezaron a llevarse a
cabo.
Hoy acompaño la gestión de esta Comisión Directiva desde mi
humilde lugar de asesor legal de la misma. Mi viejo amigo es el vicepresidente, y
fiel a sus férreas y acostumbradas convicciones de lograr lo que se propone, se
me ocurrió tomar un café con él y que me comentara qué recuerdo le traía el
viejo Francisco Urbano.
Obviamente, se emocionó muchísimo ante ese requerimiento. Había
dejado en estas paredes muchos años de su vida dirigiendo los destinos del club.
Sobre todo, pasó revista a sus primeros pasos dirigenciales, se acordó mucho e
hizo hincapié en la forma de juntar la plata para pagar las primeras deudas. Sacó
provecho de su garganta en los famosos remates para lograrla.
Uno a uno fueron pasando los recuerdos por su cabeza. El que
más lo marcó fue la tarde de Varela. “Cuán cerquita estuvimos de lograrlo”, me
dijo, pero se puso mal cuando se acordó que había gente que decía que no queríamos
ascender y muy mal se sintió cuando evocó el partido contra Español. Qué lejos
y tan cerca que estuvimos de la gloria que siempre luchamos, pero bueno, en ese
partido terminamos con este viejo Urbano lastimado por algunos que hoy lo
lloran por su recuerdo.
El me dijo, “yo siempre lo amé, nunca le hice daño. Sólo tengo para
decirle en estos momentos que se avecina el final: Perdoname viejo Francisco
Urbano por haber contribuido a que quedes en el recuerdo. Perdoname porque yo
que tanto te amé también fui responsable de que hoy pases a la memoria de todos,
pero te vas con el recuerdo imborrable de haber cobijado en tus entrañas la
pasión imborrable de todo un pueblo que te amó hasta lo indecible y que una
loca idea tumbó tus paredes. Pero jamás borrará tu memoria”. Chau Urbano…. Y su
confesión me hizo ser partícipe de su mismo pensamiento. No dudé en agarrar su
mano y ver entre los dos como con voluntad con fuerza, con tesón pero con mucho
coraje se puede. ¡Y vaya que se puede! Me adhiero a ese saludo con mucho cariño.
Chau Urbano. Hasta cada momento, porque estarás siempre en nuestros corazones.
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