Gambino (padre), en el medio del equipo de La 94 Sport |
Por Luis Gambino
Había que vivir en San Telmo, Piedras y México, y ser hincha del Gallo.
Mucho más, enterarse que no era el único en la década del 60. En el
departamento enorme en el que vivía, había un patio en forma de óvalo, limitado
con una estructura de hierro. Sin cerramiento en su parte superior. O sea, la
pelota se caía y había que bajar dos pisos y dar la vuelta por México
para ir a buscarla, cosa que hacía mi vieja naturalmente.
En una de esas recuperaciones de pelota de goma, un día sale un hombre y
le pregunta a mi mamá, “perdón señora, yo escucho siempre a un chico gritar
desaforado GOOOOOLLLLL DE MOROOOOOOOOONNNNNN....mientras juega a la
pelota”. A lo que mi vieja responde “sí señor, es mi hijo”.
El tipo abrió los ojos como el dos de oro y dijo “yo le decía a mi
esposa, ¡no puede ser que haya otro hincha del gallo en el edificio!”
El hombre joven, por esos años era taxista y cada sábado veía a Morón en
cualquier cancha, cosa que yo sólo hacía cada 15 días cuando jugaba como local,
aunque todos los fines de semana iba a la casa de mis tíos que vivían a la
vuelta de la cancha. Pero ,
claro, hay más. En 1965, último año de permanencia en la Capital, en mi
colegio, en mi grado, 4º CH, de la Escuela Cangallo , éramos tres hinchas: Roberto
Battini, Gustavo Artigala y quien escribe. Como para no estar orgulloso cada
lunes, cuando contaba con lujo de detalles camino a la escuela y en el micro
que me llevaba lo vivido el sábado pasado en la cancha, y hasta el mismo
domingo, cuando con los pibes de la calle hoy llamada Valle, íbamos a ver a las
inferiores y hacíamos de hinchada unos siete u ocho en la tribuna, hoy platea,
sobre el sector de la cancha de baby.
Pasaron los años... veinte y, ya viviendo en la ciudad, con frecuencia
repetía las visitas de los domingos acompañado por mi hijo y con la presencia
del gran "Chombo Zuleta", leía la Crónica que le llevaba en el
primer escalón de la tribuna de Brown, quien me llevó de la mano a la
cancha en 1962.
Volviendo a mis sensaciones de niño, no había nada más hermoso que
ir a la tribuna de las vías y agarrar un pedacito de bandera, sin que los más
grandes me descubrieran hasta que me sacaran de ahí por ser muy chico... de 9 0
10 años... si no llegaba antes mi primo Lalo Cardinale a llevarme a otro lugar.
Como diría Leon Gieco en una de sus más hermosas canciones: “todo está guardado
en la memoria”.
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