Por Fernando Penco
La anécdota que recuerdo es de una de las primeras visitas
que hice al Urbano, cuando yo tendría unos 5 o 6 años, allá por principios de
los años 80. Mi
tío siempre lo siguió de joven al gallo, y aunque hoy esté alejado de los
estadios, nunca deja de echarle un ojo a la tabla de posiciones para ver cómo
andamos, o preguntarme como está jugando. A él le debo el privilegio y el honor
de ser hincha de Morón, ya que fue gracias a él que conocí la cancha a esa
corta edad y me enamoré del gallo.
Obviamente que mi interés por ese entonces era ver
pasar a las locomotoras Diesel y los trenes por detrás de la tribuna visitante.
Esas cosas que uno hace de muy chico.. para mí era una emoción tan grande (o
mas) que un gol.. es mas, me recuerdo gritando emocionado "Un
tren!".. mientras lo que pasaba dentro de la cancha parecía pertenecer a
una realidad lejana a mi entendimiento...
El asunto es que mi tío me había llevado una vez más
a la cancha, en un intento por contagiarme su amor por el gallo. Sábado por la
tarde, solcito, el partido venía entretenido y con un Morón que se acercaba al
arco rival jugada tras jugada.
Ya se jugaba el segundo tiempo, cero a cero, con un dominio
total del gallo y una salvada providencial tras otra del rival (el cual escapa
a mi memoria). Lo cierto es que, en el mejor momento lo miré a mi tío
angustiado y le dije "Tío… me hago caca".
No lo noté en ese entonces, pero estoy seguro de que mi tío
debe haberse mordido la lengua... "aguantá Fernandito… podes aguantar un
ratito?". Se sucedían los "UUUUH" de la tribuna, ante un remate
salvado en la línea y un cabezazo apenas afuera. Y Morón seguía empujando.
"¡Tio... me hago caca!", volví a decir... y mi tío
volvió a decirme "aguantá un segundito más Fernandito, ya nos vamos".
Promesa mezclada con engaño, con el objeto de dejar correr unos minutos más al
menos hasta que terminara el partido. Mi paciencia era corta por aquel
entonces, y no pasaron otros cinco minutos que volví a arremeter: "¡Tío..
me hago!", y si bien el partido había estado lleno de emociones sin romper
el cero, se vé que la culpa le ganó finalmente a mi pobre tío e insultando para
adentro, me acompañó bajando los enormes escalones rumbo a los baños de abajo
de tribuna.
Sería el minuto 40 o 42 del segundo tiempo... nunca me voy a
olvidar, yo agarrado de la mano de mi tío, caminando ya por debajo de la
tribuna y escuchar a miles de almas sobre la tribuna justamente en ese momento
gritando un furibundo "gooool!". Habíamos hecho el gol por el que habíamos
peleado todo el partido, y mi tío se lo perdió por llevarme al baño. Sé que en
ese momento me debe haber odiado, pero creo que mi querido tío Alberto sabe que
en el fondo fue solo un pequeño sacrificio, y que hoy día me honra sentir lo
que siento por Morón, y que lo hago gracias a él.
Vamos a extrañar mucho al Urbano, no hay dudas de
eso. Honrémoslo con nuestro recuerdo, y creemos muchos nuevos recuerdos en
nuestra nueva casa. Que sea testigo de nuestros logros y nos vea crecer.
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