Por
Mario Morlibo
Mario y Diego cuentan con "un hombro amigo donde enjugar las lágrimas" |
Nací en Villa Tesei. mi familia es de Boca, por ende yo lo
fui, hasta que un día me escapé a "pasear" a Morón y me encontré un
estadio ahí cerca de mi casa.
Era sábado y había partido. Año 1977, más o menos. Desde el
portón de rejas que estaba en la esquina de Humberto 1º y Brown, donde hoy está
"Gallomanía", me puse a espiar, como lo hacían tantos otros conmigo. Me
entusiasmé y me quedé.
"Van a abrir en el segundo tiempo", me dijeron. Nunca
había ido a una cancha y esperé ese momento donde salimos disparados a la tribuna. No me
pregunten contra quién jugamos, ni quienes eran los jugadores. No sé ni el
resultado. Mis 12 años y los nervios del debut como hincha no me dejaron
almacenar tanta información.
Hoy, con 48 al hombro, los recuerdos se me chocan y revuelven.
La tristeza y la alegría que viví en el Urbano no sé como explicarlas. Los
ascensos y descensos.
La última vuelta olímpica fue con Defensores de Belgrano. Yo
con asma, sentado en la tribuna, vi como en pocos instantes me quedaba solo. Todo
el mundo bajo a dar la vuelta con los jugadores. Lloré como un chico, por la
alegría y por la frustración de no poder sumarme a la fiesta. Apenas podía
caminar, día frío y húmedo. Me tuve que pelear con mi señora para que me deje
ir. No me la podía perder.
Ahora ya no voy solo. Tengo mi gran amigo y compañero, MI HIJO DIEGO, enfermo de Morón como yo. Los dos nos damos fuerza cada vez que hablamos del último partido que veremos en nuestra casa. Cuando llegue ese día, ya muy pronto, vamos a tener un hombro amigo donde enjugar las lagrimas.
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