Sabrina y su hijo. Los Gagliardo, siempre juntos a la cancha. |
Por Sabrina Gagliardo
Desde que tengo uso de razón
escucho historias y anécdotas sobre Morón y su estadio, mi amado Francisco
Urbano.
Mis abuelos se mudaron
enfrente del Urbano cuando mi papá tenía 7 años. Así que mi viejo y mis dos tíos
se criaron ahí adentro.
Escuché a mi viejo contarme
que jugaban a la pelota ahí y que "el viejo Pagano" les regalaba las
pelotas que estaban descocidas y rotas. Que él ayudó a entrar ladrillos cuando
sacaron los tablones del año 80 cuando fueron a Merlo, y aunque se volvieron más
que felices, al subirse al auto se dieron cuenta que tenían las gomas
pinchadas. Incontables nombres de jugadores, titanes del balón y ¡de los
huevos!
Lo escuché contarme lo difícil
que era ganar en el Urbano, los duelos con nuestros eternos rivales, Chaca, Chicago,
Almirante. Mil veces escuché las hazañas en primera...
Mi tío Horacio, que desde el
99 alienta al gallo desde el cielo y se llevó sobre su pecho tu banderin, a
quien le pido una manito en momentos complicados del gallo, se lo pido a él
porque está mas cerca del "barba" que nosotros. Infinitas mis tardes
en tus escalones con mi viejo y mis tíos... Mi abuela que se quedaba en la
puerta de su casa escuchando el partido por la radio, saludando a cuanto hincha
pasaba por la puerta, esperándonos con pastelitos a la vuelta, con ojitos
tristes si habíamos perdido, con sus brazos en alto si habíamos ganado y
diciendo " peor es perder".
La vida quiso que el amor de
mi vida sea hincha fanático de Morón. Jochu... Nuestra fiesta de casamiento
estuvo pintada de blanco y rojo.
Ahora pienso que falta poco
para dejar de verte. Sos mi casa desde hace casi 20 años, sos mi vicio, con
sol, con lluvia, sola o con mis hijos. Me viste crecer. Pasar de niña a
adolescente, de joven a mujer. Te visité soltera, casada y con mis hijos en la
panza.
Antes éramos muchos, íbamos
todos juntos, la vida quiso que quedáramos menos. Los que ya no están vivirán
en mi corazón y en mi recuerdo por siempre, al igual que vos. En tus escalones
reí, lloré, corrí, me asusté y grité, sobre todo grité. A veces de alegría y
muchas otras de bronca. Más de una vez me pareció ver al tío subir los
escalones de la platea con su paso lento, será la magia y la ilusión que
provocás. La ilusión que se renueva, siempre se renueva... pienso, ¿podré
sentirlo mi casa al estadio que te suceda? Quizás.
Me queda la alegría de que
mis nenes te hayan conocido, quizás el menor no llegue a recordarte. ¿Mi
misión? Pasarle a mis hijos la pasión que heredé de mi papá, mi abuelo y mis
tíos. Mi hijo Tobías ya canta tus canciones, y con mi marido Jochu nos une también
el amor rojo y blanco. Hasta siempre Francisco Urbano, te voy a extrañar.
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