Cuántas historias vividas, cuántos recuerdos imborrables, tantos
partidos jugados, tantos goles gritados, tantas tristezas a cuestas, como
también tantas alegrías.
Toda una vida en el Urbano.
De chiquito, de la mano de mi viejo casi siempre, de mi tío algunas
veces (tío de mi papá en realidad), "Chombo" Zuleta. Tantas veces fui
a tu casa (MI CASA).
De más grande, solo, por las mías, con mi casaca, luciéndola orgulloso por las
calles de Morón, camino a la cancha.
Literalmente, toda una vida. Los 31 años que tengo, los viví ahí, en la
primera cancha que conocí. Y gracias a Morón, conocí muchas más. A horas de uno
de los duelos más difíciles de mi vida, dejaré mi casa, para irme a una más
grande, más cómoda, más lujosa, más vistosa, pero... ¿cómo hago para olvidarme
todo lo que viví ahí, en la vieja casa? ¿Cómo hago para dejar atrás todos los
recuerdos que tengo? ¿Cómo hago para soplar y borrar todo, si fueron los
primeros tablones que pisé? Si la única vez que me subí a un paraavalanchas,
fue ahí, en mi casa.
Si grité tantos goles contra Chicago, Chacarita, Quilmes, Almirante. Si
estaba cuando le ganamos a Estudiantes de La Plata. Si fui uno de los
20.000 aquel 14 de abril de 1990, en la última vuelta olímpica que tuvimos.
Si vi jugar a Pascutti, a Pasceri, a Nardozza, al "Negro"
Ledesma, a Raúl Espíndola, a "Coquito" Rodríguez, al
"Cabezón" Méndez, a Adrián Álvarez, a Mario Grana, a Martín Méndez, a
César Monasterio, a "Yimi" Alarcón, al "Gladiador", si vi
atajar a "Chiche", a todos éstos, y a muchos más, los vi pisar el
césped del Urbano.
Si cuando me meto a pisar la cancha una vez finalizada la práctica, o
antes de un partido porque el trabajo me permite darme este lujo, se me pone la
piel de "gallo".
Dejo mucho ahí. Dejo casi todo. Dejo demasiada gloria en un lugar que,
en breve, será otra cosa. Vaya a saber qué. Pondré un paredón imaginario,
cercaré las adyacencias de Brown (hoy Club Deportivo Morón) y La Roche,
caminaré cuadras de más, pero no pasaré otra vez por ahí cuando la cancha no
esté más.
Porque ver TU lugar, TU casa, que se transformó en otra cosa, duele. Y
me va a doler toda la vida.
Me van a saber perdonar. Pero hoy, no puedo estar contento.
Hoy estoy de duelo. Cuando llegue la otra historia, la que muchos esperamos,
seguramente lloraré de emoción. Pero para eso faltan unos cuantos días.
Hoy siento la necesidad de despedirte. De decirte hasta siempre, de
decirte gracias por tanto y de dejarte bien claro que jamás te voy a olvidar. Fuiste,
sos y serás mi primera casa. La más linda, en la que más cosas dejo y te
prometo que nunca te voy a olvidar.
Hasta siempre, glorioso Francisco Urbano.
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